top of page
EPEC

El silencio de Dios ante el sufrimiento del inocente

Actualizado: 31 may 2020


Breves reflexiones a partir del horror que vivimos en México


Por: Abel Rodríguez Pacheco


Dios calla


Uno de los cuestionamientos centrales para la teodicea es el problema del mal en el mundo frente a la creencia en una divinidad buena y omnipotente; Epicuro lo resume así:

«¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?». Los teólogos europeos de la segunda mitad del siglo XX se tomaron muy en serio esta pregunta tras el horror vivido en la Segunda Guerra Mundial, dando paso a reflexiones profundas como la teología de la muerte de Dios, la teología de la esperanza, teología del Dios crucificado, etc. Los teólogos latinoamericanos han hecho otro tanto al respecto desde la realidad de pobreza y opresión patentes que viven las grandes mayorías populares, pero al final todos beben de la misma fuente: las escrituras judeocristianas.


A diferencia de los pueblos vecinos como el egipcio, al pueblo judío el tema de la muerte y la vida de ultratumba realmente no le generó mucho interés; su religión estaba abocada a la historia. Sin embargo, la experiencia del aniquilamiento de los justos fue lo que en realidad cuestionó a la teología hebrea: si Yahvé es el Señor del universo ¿cómo es posible que el justo muera a manos de los injustos? En este marco surge el libro de Job tratando de esbozar una respuesta. El cuestionamiento por el mal deja de ser metafísico y se convierte en un cuestionamiento histórico; no es un mal en abstracto sino el dolor y la muerte de personas inocentes. En esta revelación consistirá, a juicio de René Girard, la verdad de la tradición judeocristiana.


Si algo podemos constatar hoy en día es el horror y la barbarie que impera en un México convulsionado por la violencia. Las cifras de asesinatos en nuestro país son alarmantes y las historias de quienes han vivido la violencia en carne propia nos dejan sin aliento y con un nudo en la garganta.


Las diferentes experiencias desgarradoras de sufrimiento a nuestro alrededor permiten conectar con el dolor del justo llagado que desde el polvo clama al cielo. A finales de febrero pasado participé en la V Brigada nacional de búsqueda de personas desaparecidas en Poza Rica– Papantla, Veracruz; acompañando a familiares en las búsquedas de campo donde con machetes, palas, picos, y varillas de hierro, buscamos algún indicio de fosas clandestinas donde encontrar los restos de víctimas del crimen organizado. El primer día de búsqueda llegamos al rancho La Gallera propiedad de un famoso político de la zona– donde estaba ubicado un campo de exterminio de los Zetas.


El lugar estaba compuesto por una casa de dos pisos, abandonada y medio en ruinas, pero con suficientes indicios del horror que ahí se había vivido: paredes manchadas de sangre, nombres escritos en los muros, ropa vieja, pilas de pañales; el lugar gritaba muerte. A unos metros de la casa se encontraba un enorme horno que de ordinario se usaba para cocinar zacahuil –ese tamal gigante típico de la huasteca– pero que de su interior vomitaba restos de huesos humanos. Resultó imposible estar ahí cavando en busca de restos humanos, o cerniendo cenizas para rescatar fragmentos de huesos, y no imaginar la desesperación de los que ahí fueron aniquilados. En medio de ese horror ¿qué habrán experimentado las víctimas? ¿qué plegarias habrán rezado? ¿su fe en Dios los habrá mantenido con esperanzas? ¿habrán blasfemado? ¿dónde estaba Dios en esos momentos?


La respuesta de Job


Sin duda las situaciones de dolor y sufrimiento vienen a cuestionar nuestra imagen de Dios. Ante ellas podríamos responder de manera ingenua: así lo quiso Dios, él lo permitió porque era mejor, ¡es parte de su plan!; entre estas respuestas y las palabras de Elifaz, Bildad y Sofar –los amigos de Job– no hay gran diferencia, y como Job también nosotros hemos de replicar:«¿por qué me consuelan con tonterías, con argumentos llenos de engaños?» (Jb21,34).


La respuesta del libro de Job al problema del mal me parece oportuna y realista cuando se lee teniendo en cuenta las situaciones concretas de sufrimiento. Por un lado Job se da cuenta, después de haber debatido con sus amigos y haber blasfemado contra Dios, de que la sabiduría no alcanza a comprender la razón que hay detrás de tanto dolor y sufrimiento, pues por un lado se trata de una realidad que nos sobrepasa (Jb 28, 1-28), pero por otro descubrimos empíricamente que la “lógica” de la violencia y la injusticia carece de toda lógica, de modo que difícilmente podemos articular una palabra ante tanto dolor.


Tal vez la respuesta más interesante se encuentra en el segundo discurso que Dios le dirige a Job en los capítulos 40 y 41 del libro, donde afirma que el problema del mal no es una cuestión que se resuelve de la noche a la mañana, pero además garantiza que él está luchando contra el mal –Behemot y Leviatán–. Job concluye testificando que desde el dolor ha conocido cara a cara a Dios «Solo de oídaste conocía, pero ahora te han visto mis ojos» (Jb 42, 5), y Dios aprueba sus palabras afirmando que al rebelarse contra el dolor y el sufrimiento, ha hablado mejor de él que sus tres amigos que trataban de defenderlo.


Esperanza desde las víctimas


La respuesta que balbucea el libro de Job resuena con la experiencia vivida en la V Brigada: el horror y el sin sentido del aniquilamiento de los inocentes rompe con las barreras de lo racional. Somos incapaces de comprender la “lógica” que hay detrás de esas empresas de muerte. Sin embargo, quienes participamos como voluntarios en la Brigada, descubrimos en la rebeldía de las familias que buscan a sus seres queridos la presencia del Dios de la vida, que irrumpe en nuestra historia desde las resistencias de los sobrevivientes; y desde ahí, continua enfrentándose con Behemot y Leviatán. Son el clamor de las victimas y las resistencias de los sobrevivientes las que nos salvan.


«Mi siervo Job intercederá por ustedes. En consideración a él no les infligiré castigo alguno por no haber hablado bien de mi como ha hecho mi siervo Job» (Jb 42,8b).


Bibliografía

  • https://www.facebook.com/153094742922/videos/611225179721394/

  • Díaz, Tercero. «La dignidad de las buscadoras frente al horror de los Zetas y el Estado.» Tercera Vía, 24 de Marzo de 2020.

  • Girard, René. Veo a Satán caer como el relámpago. Barcelona: Anagrama, 2002.

  • Gutiérrez, Gustavo. Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, una reflexión sobre el libro de Job. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1986.

  • Jung, Carl Gustav. Respuesta a Job. México: Fondo de Cultura Económica, 1964. Sobrino, Jon. La fe en Jesucristo, ensayo desde las víctimas. Madrid: Trotta, 2005.


192 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page